miércoles, 9 de septiembre de 2020

Leyenda de la yerba mate

 Dicen que dicen…

…que quien conozca Misiones, con su tierra colorada, sabe de su lujuriante selva, con enormes árboles de frondosas copas, de las plateadas aguas que corren por sus ríos, formando bellísimas y exuberantes cataratas con torrentes maravillosos, conoce los degradé de verdes que inundan la selva y la pueblan de animales y colores.

   Sabrá que crecen allí los helechos más hermosos y las delicadas orquídeas y sus bosques poblados de tucanes, osos hormigueros, ágiles coatíes, simpáticos monos, mínimos colibríes, aladas mariposas y enormes papagayos, entre otros, todos propios del lugar.

   Muy de trecho en trecho, algún rayo de sol suele colarse entre el follaje de los tupidos bosques.

   Yací, la luna, que era muy curiosa, estaba fascinada con el paisaje del lugar y de ello habíales contado al sol y las nubes.

   Araí, la nube, dejaba filtrar sus rayos e iluminaba las copas de los árboles misioneros cubriendo la selva de luz resplandeciente.

   Cierta vez, Yací y Araí se pusieron de acuerdo y las dos juntas decidieron bajar a la tierra, por eso, Tupá, el dios bueno y bondadoso, les dió el don de transformarse en dos hermosas y pálidas muchachas.

   Al descender las dos jóvenes comenzaron a recorrer la selva, era mediodía, se escuchaba el melodioso canto de los pájaros y el cuchicheo ensordecedor de los insectos.

   Todo esto maravilló a las muchachas y en su distracción no les fue posible escuchar las sigilosas pisadas del yaguareté que se aproximaba dispuesto a atacarlas, agazapado entre los verdes arbustos.

   Ellas no sospechaban que un  avezado cazador, oriundo del lugar, venía siguiendo los pasos del yaguareté y cuando éste se propuso atacar a las jóvenes, él con su arco disparó una certera flecha que fue a dar sobre el lomo del animal.

   El magnífico, pero feroz yaguareté, dió un salto enfurecido y mostrando sus fauces trató de atacar al tirador.

   Yací y Araí quedaron paralizadas ante el ataque de aquel animal, pero una nueva flecha se incrusto en su pecho dejándolo agonizante.

   El cazador, vió que el animal herido sucumbía y también creyó ver las siluetas de dos jóvenes que se alejaban a la carrera.

   El nativo, se acercó al animal y al verlo quieto trató de buscar en la espesura, pero nada pudo vislumbrar.

   Cuando llegó la noche, el cazador decidió que era hora de dejar su cuerpo en reposo y se echó a dormir en su cómoda hamaca.

   Al poco rato, el hombre tuvo un sueño asombroso, en él se repetía la escena del yaguareté y volvía a verse a sí mismo manejando el arco en el claro del monte, solo que esta vez podía distinguir a las dos muchachas de piel blanquísima y largos cabellos.

   Ellas parecían estarlo esperando, es allí, que el cazador se ve así mismo acercándose a ellas. Yací se aproximaba hacia él y lo llamaba por su nombre.

   La bella muchacha se presentó así misma y luego a su compañera Araí, ambas le agradecieron al cazador por haberlas salvado y reconociendo cuan valiente había sido al protegerlas de las fauces del yaguareté. Luego, le dijeron que como premio al valor habían decidido obsequiarles dos favores, uno era un premio, y el otro, un secreto y agregaron: - mañana, cuando llegue el día hallarás al frente de tu maloca una nueva planta a la que llamarás Caá, deberás sustraer las hojas, tostarlas y molerlas y luego, con ellas prepararás una infusión.-

   Luego agregaron: - cuando bebas dicha infusión notarás que tu soledad ya no será tal y lograrás que tus vecinos y amigos quieran compartir contigo este brevaje, el cual acercará los corazones de los unos a los otros -

   Aquel cazador solitario se sumergió nuevamente en un sueño profundo hasta el amanecer.

   Cuando despertó corrió afuera de la casa comunal y lo primero que descubrió fue una nueva planta que se alzaba frente a su puerta, tal como Yací y Araí le habían anunciado. Loco de contento, pero sin entender demasiado aquel sueño, llamó a los gritos a los miembros de su Tevy.

   Toda la familia del cazador vió con asombro, no una, si no muchas plantas de hojitas verdes y ovaladas que crecían aquí y allá, el cazador le dió a su gente las instrucciones que las jóvenes le habían encomendado. Ellos recolectaron las hojas y las secaron, una vez hecho esto, las molieron y buscaron una calabacita y una caña fina, ambas huecas e introdujeron las hojas y la caña fina y vertieron agua sobre las hojas y así probaron la nueva bebida.

   El sabor era raro, un poco amargo pero apetitoso.

   Como toda su Tevy, se arremolinó alrededor del cazador, éste pasó el recipiente y uno a uno lo fueron saboreando.

   Fue así como nació nuestro sabroso y riquísimo mate, ese compañero en los momentos de soledad, o ese otro, que solemos compartir con nuestros parientes y amigos tendiendo un puente entre unos y otros.

 


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